Queridos Asambleístas:
Mi saludo más cálido y fraterno para cuantos estáis aquí reunidos, y dispuestos a participar en este acontecimiento de nuestra Iglesia Diocesana de Jaén. Se cierra hoy un año de reflexión de muchos, en el que hemos hecho juntos un camino de coherencia misionera, en búsqueda de las mejores ideas, planteamientos y acciones de cara a la elaboración de nuestro próximo Plan Pastoral. Estoy absolutamente convencido de que valoráis como una gran responsabilidad la misión que hoy se os encomienda.
En un camino de reflexión, diálogo y decisiónCon vuestra participación activa en esta Asamblea Diocesana, vais a recoger todo lo que se ha ido acumulando en un fructífero trabajo, que han hecho muchos, reunidos con fe en Jesucristo y amor a la Iglesia, en sus parroquias, en sus comunidades, en sus asociaciones o en su reflexión particular. Llega a vuestras manos la síntesis hecha por algunos voluntarios, que estoy absolutamente seguro de que siempre fueron conscientes de que tenían la misión de darle unidad a la más preciosa y abundante cosecha de una siembra de incalculable valor. En el documento en el que vais a trabajar está lo que el Espíritu del Señor ha ido poniendo, a lo largo de este curso pastoral, en el corazón y en la inteligencia de tantos como han querido participar en un camino de reflexión, diálogo y decisión, desde el que se anhelaba llegar en los próximos años al sueño misionero de llegar a todos.
Por eso, el rico caudal de vida espiritual y pastoral, que os han entregado para que lo valoréis, habréis de tratarlo con mucho respeto. Pero no olvidéis de que también habréis de trabajar con una gran libertad; aunque siempre hayáis de tener en cuenta que no os podéis alejar de lo que muchos han soñado juntos para nuestro futuro. Lo que vosotros decidáis hoy con vuestra valoración, el Obispo lo recogerá y lo encauzará hasta que se convierta, tras el recorrido que aún le queda por hacer, en nuestro Plan Pastoral Diocesano.
La sinodalidad como método de vida y acciónQuiero que sepáis que lo que estamos haciendo hoy, sumado a lo que hemos hecho a lo largo de este año, le dará un gran impulso a un modo de ser Iglesia, ese del que ya os hablé en mi homilía de entrada en la Diócesis, de una Iglesia que vive en sinodalidad. Lo que hemos hecho para llegar hasta aquí nos muestra que hablar de comunión no es sólo proponer un ideal inalcanzable, sino que es la prueba de que hacer las cosas juntos es el único modo de caminar en la Iglesia al servicio de nuestra misión: es una mirada a lo Alto, para, desde Dios, bajar con Él la mirada a nuestro alrededor y ver codo a codo, pie a pie, tramo a tramo junto a nosotros a hermanos, hijos de un mismo Padre.
Es en ese estilo de ser y de hacer de donde brota siempre el sueño de la misión, de donde se enriquece el sentido misionero. El Espíritu une, envía y siembra con todos juntos. Es más, el modo de ser y de andar en sinodalidad es el mejor antídoto contra algunos de nuestros males estructurales, como la descoordinación pastoral, la creatividad que se desmarca del cauce común y siempre corre por afluentes particulares; o también la resistencia a salir de la rutina establecida y a emprender una pastoral más claramente evangelizadora. Para evitar esos males que provienen de ir cada uno por su cuenta, la comunión ha de ser, por tanto, el estilo que la Iglesia de Jaén está llamada a asumir en las tareas que tenemos la obligación de realizar en ella todos los bautizados.
Como nos recuerdan los obispos españoles en el Plan Pastoral de la CEE, es indispensable la sinodalidad para la cooperación de los fieles laicos que participan activamente en la vida de la Iglesia y aceptan con diligencia y generosidad las tareas que les corresponden en la actividad multiforme de la comunidad cristiana; por supuesto, lo es también para la colaboración indispensable de los sacerdotes diocesanos que trabajan con abnegación y generosidad en el servicio del Pueblo de Dios; del mismo modo, la sinodalidad ha de ser el estilo que marque la preciosa y específica aportación de numerosas comunidades de vida consagrada que tienen presencia y servicios en nuestra diócesis.
La comunión al servicio de la misiónOs doy, por tanto, las gracias por estar, y por haber estado desde el primer momento, en esta tarea que hemos hecho juntos a lo largo de este curso pastoral 2016-17. Como recordaréis, este era un deseo que nacía de la orientación que le quiero dar a mi ministerio entre vosotros. Desde los primeros pasos que dio este Plan Pastoral, que estamos elaborando, y que comenzaron a los pocos días de mi llegada a la Diócesis, ya hablé de que deseaba para él esta dinámica de comunión corresponsable. Pero también tengo que decir que recogí este deseo de compartir un proyecto de vida y de servicio pastoral en común, de muchos de vosotros. A juzgar por cuantos habéis participado, que habéis sido un gran número, los dos deseos – el mío y los vuestros – se han sintonizado perfectamente.
Otros hermanos, sin embargo, no han llegado a tiempo en el convencimiento de que ser Iglesia en comunión es “practicar” la comunión y sintonizar con lo que el Señor nos va indicando a todos juntos en el camino de nuestra Iglesia al servicio del mundo; unidos responderemos mejor a la demanda de novedad, en ardor, métodos y expresiones, al servicio del Evangelio, que nos hace nuestro tiempo. Espero que los que no han estado en la primera hora no tarden mucho en incorporarse, y que en las próximas llamadas a trabajar en la Viña del Señor se incorporen ya a las parroquias que, por las razones que sean, no han estado en este primer tramo del trabajo.
Caminar en el seno de la Iglesia diocesanaSetenta y dos parroquias, más otras muchas formas de participación, habéis hecho esta primera etapa de la renovación pastoral, porque habéis entendido perfectamente que, aunque lo hagamos todo muy bien en nuestras respectivas comunidades, y no nos falte de nada; que aunque nuestra evangelización sea tenaz e incisiva, y nuestra catequesis y predicación esté garantizada; que aunque nuestra comunión sea una experiencia lograda y nuestra caridad sea muy sólida, siempre hay un algo más que podemos darle a todo lo que hacemos, un algo más que sólo podemos asumirlo cuando estamos juntos, bien orientados, bien guiados por el Obispo, en el seno de la Iglesia diocesana. Ese algo más nos lo ofrece la comunión: el sumar juntos, el aunar la riqueza de todos bajo la guía del Espíritu. “A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Cor 12,7). Sólo la Diócesis nos pone en una misma ruta pastoral, nos da el mismo impulso misionero, nos ensancha y fortalece una comunicación de bienes de largo alcance. Quizás sea por eso que vosotros habéis creído en el valor de la diocesaneidad, que siempre es una riqueza en nuestra misión como Iglesia del Señor.
Juntos para conocernos y orientarnosEn lo que hemos hecho nos hemos inspirado en un precioso lema: EN CAMINO HACIA EL SUEÑO MISIONERO DE LLEGAR A TODOS. Es el que nos ha marcado el itinerario en el que hemos buscado conocernos y orientarnos, siempre con un impulso hacia delante, con un deseo de crecer en espiritualidad, en celo pastoral y en caridad en nuestra Diócesis de Jaén. Al conocernos mejor, estoy convencido de que hemos encontrado mucho bueno, muchas cosas bien hechas; no debería haber entre nosotros ninguna duda de que hay un deseo generalizado de ser fieles al Señor en lo que nos va pidiendo cada día a cada uno de nosotros, en la vocación en la que nos ha llamado. No obstante, para poder crecer y soñar con el futuro no nos ha de importar nunca reconocernos “manifiestamente mejorables”. El tono “bueno” de insatisfacción, el que anima y no paraliza, siempre es necesario, si queremos evitar uno de los peores males en la vida de nuestras Iglesias, el de la autocomplacencia mundana, que nos hace creer que ya no tenemos nada que mejorar. Lo que hemos hecho ha transcurrido, como se nos proponía, en un sueño, y como en todos los sueños queríamos dar pasos, abrir horizontes, romper las inercias. Os puedo asegurar, por la riqueza de todo lo que se ha recogido, que no le habéis tenido miedo al movimiento y a la creatividad. Por eso os animo a valorar y mejorar, en ese mismo dinamismo de ir hacia delante, estas propuestas para la vida de la Diócesis, en las que hoy vais a trabajar.
Aunque teníamos ya estructuras, programas, objetivos y acciones, no nos hemos cerrado a la sorpresa de Dios, a los sueños pastorales y misioneros que hoy son tan necesarios, si miramos al corazón de Cristo y a las necesidades de nuestros hermanos. Vosotros sois hoy, en esta primera Asamblea del desarrollo de nuestro próximo Plan Pastoral, los portavoces de toda la diócesis en un intento de conocernos mejor, para crecer en la vida de nuestra Iglesia diocesana y de cada una de sus parroquias y comunidades. Vosotros, con vuestras opciones, nos diréis cómo estamos a día de hoy; estoy seguro de que lo haréis con un diagnostico buscado con vuestra mejor mirada creyente; el diagnóstico que nos lleve a buscar una mayor fidelidad a Dios y el hombre.
Con actitud de conversión pastoralSobre esa realidad encontrada con mirada de amor y de fe, el siguiente paso es orientarnos adecuadamente, al menos en unas líneas fundamentales. Nos orientaremos, como sabéis, con un futuro Plan Pastoral bien diseñado y asentado en las cuatro mediaciones eclesiales: la transmisión de la fe o la evangelización, la celebración de la fe, la comunión eclesial y el servicio de la caridad. Cada año una mediación pondrá sucesivamente su fuerza en nuestro desarrollo pastoral, pero lo hará en una dinámica de crecimiento integral de las cuatro, a lo largo de todo el desarrollo y aplicación de nuestro Plan de acción pastoral.
En la estructura teológico-pastoral buscaremos que todo tenga unos acentos imprescindibles, a los que la Iglesia que se toma en serio el hoy de su misión no quiere renunciar. Hago mías estas palabras del Papa Francisco: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una “simple administración”. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión” (EG 25).
Para una nueva etapa evangelizadoraEntre todos hemos de alentar y orientar una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría y llena de dinamismo. Siguiendo con los consejos del Papa Francisco: hagamos de la parroquia “comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero” (EG 28). En las decisiones que vamos a tomar no nos olvidemos de que la Iglesia es la casa cuyas puertas están siempre abiertas no sólo para que en ella se pueda encontrar acogida o respirar amor y esperanza, sino también para que nosotros podamos salir y llevar este amor y esta esperanza (cf Papa Francisco, al Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, 14 del 10 de 2013) a periferias de vida que nos están esperando con ansiedad, porque el amor de Dios, que nos ha precedido, nos espera en el corazón de esa gente que, quizás sin saberlo, anhela ser evangelizada. Hoy, a pesar de las apariencias de satisfacción que presenta la imagen de nuestro contexto social y cultural, en medio de ese mundo que ofrece otros manjares y bebidas, hay síntomas de un hambre y una sed, que sólo puede ser satisfecha por el Pan de Vida y el Agua Viva que nos da Jesucristo.
En los tres perfumes del apóstolPara que os situéis conmigo en esta Asamblea Diocesana no renuncio a pediros que os asociéis a los tres perfumes que quiero darle a mi ministerio episcopal entre vosotros: para ser una Iglesia misionera, en salida, hemos de cultivar el buen olor de la unidad entre todos nosotros: el obispo con los presbíteros, con los consagrados y consagradas y con todo el pueblo santo de Dios. Tampoco nos puede faltar el perfume que nos da el buen olor de Cristo, ese que se conserva si nuestra vida va tras la meta de la santidad. Y nuestra mirada pastoral para orientar el camino de nuestra Iglesia diocesana en los próximos años siempre tendrá los ojos fijos en Jesucristo, el Buen Pastor. Y todo lo ponemos bajo la protección de la Santísima Virgen de la Cabeza, Madre de esta Iglesia de Jaén y guía e inspiración de nuestra misión.
Jaén, 17 de junio de 2017
+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Jaén
Obispo de Jaén