Queridos diocesanos:
Pentecostés, incluyendo siempre la víspera, por celebrar la venida del Espíritu Santo nos hace necesariamente mirar a la Iglesia, y a nosotros en ella. Sacerdotes, consagrados y laicos formamos unidos la Iglesia del Señor. En realidad, Pentecostés es el día de la Iglesia, de una Iglesia viva, de una Iglesia en misión en el mundo. Lo que celebramos es la continua actividad del Espíritu, desde Pentecostés, en la vida de la Iglesia, de la universal y de cada Iglesia local; nosotros lo sentimos actuar en la nuestra de mil maneras renovadoras y creativas.
No obstante, por esas motivaciones añadidas que le buscamos a casi todas las grandes celebraciones litúrgicas del año, a Pentecostés se le considera el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Lo primero viene de lejos, de cuando la Acción Católica tuvo una presencia tan extraordinariamente significativa en la Iglesia y en la sociedad; y lo segundo, el Apostolado Seglar, es una llamada a una Iglesia más corresponsable, que tome conciencia clara de la necesidad de la participación de los laicos en su misión, especialmente en medio del mundo, aunque también en la vida y la misión de la Iglesia.
En nuestra Diócesis de Jaén, la Víspera de Pentecostés será una jornada especialmente intensa, en la que se pondrá de relieve la presencia del laicado en la vida de nuestra Iglesia local. Durante toda la Jornada, cientos de adolescentes están convocados a encontrarse en Alcalá la Real, para mostrar el futuro de nuestra Iglesia, visibilizado especialmente en los chicos y chicas que participan a lo largo del año en los grupos Kairós, a los que se unen estos muchachos, tras recibir el Sacramento de la Confirmación. Como todos sabéis, estos grupos son una de nuestras joyas diocesanas, a la que hemos de cuidar con especial esmero.
En la tarde, en la Catedral, la Delegación de Apostolado Seglar ha invitado, en mi nombre, a una gran Vigilia de Pentecostés, en la que debería reunirse una amplia representación de cuantos laicos tienen misión y responsabilidad en la vida de la Iglesia, en cualquiera de sus sectores y, por supuesto, de los que hacen presencia de Iglesia en medio del mundo: de los que son testigos de la fe en la evangelización, la enseñanza, el mundo de la sanidad, el mundo obrero, la familia, la acción social, el servicio a los pobres, en las pobrezas de siempre y en las nuevas.
Cada uno, desde vuestro carisma, desde el ambiente en el que servís, estáis invitados a uniros juntos en oración, en una nueva espera del Espíritu, con un lema y una convicción: “Este es para los seglares un tiempo de salir, de caminar y de sembrar siempre de nuevo.” En esta Iglesia en salida, vosotros, que sois la Iglesia en las casas y en la calle, en las fábricas, en las escuelas, en los hospitales, en el trabajo, en el deporte, en los acontecimientos festivo, etc. Es decir, vosotros que sois Iglesia en el mundo, no podéis olvidar que sois los pies y el corazón de una Iglesia creyente allí donde se necesite la luz de Cristo, de una Iglesia que alumbra siempre sanación para todos los problemas del ser humano, materiales y espirituales.
La Iglesia camina en vuestros pasos y lleva el testimonio de cómo andan por las periferias los que tienen a Jesús como su Camino, Verdad y Vida. Sois en el mundo la experiencia de una vida con sentido, con alegría, con una vocación clara y con una orientación definitiva. Sois el testimonio de que, entre los problemas, las luchas, las necesidades, las alegrías, las ilusiones y esperanzas de los hombres, es donde se construye el Reino de Dios.
Todos escucharemos una vez más, en nuestra espera del Espíritu, que es tiempo de sembrar y nos descubriremos como sembradores allí donde esté nuestro campo de siembra en esta preciosa diversa, pero también herida, geografía humana de Jaén. En cada una de vuestras presencias, como Iglesia en el mundo, descubriréis por qué lo que motiva vuestro corazón, lo que le da sentido a vuestra vida, lo que os ha llevado a comprometernos, necesariamente lo habéis de ofrecer a otros. Nosotros no servimos porque nos guste, aunque en realidad seamos felices haciendo lo que hacemos, nuestro servicio viene del Señor, de su corazón, que motiva el nuestro. “Nuestro corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a otros” (Eg 121).
Os espero, pues, a todos en nuestra Catedral de Jaén para mostrar ante Dios nuestro Señor y ante cuantos nos vean y escuchen que nuestra vocación es ser Iglesia en el mundo.
Con mi afecto y bendición
+Amadeo Rodríguez MagroObispo de Jaén