“Gracia y Paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Cor 1,3). En el nombre del Señor os saludo, me presento y comparto con vosotros mis sentimientos en esta hora de mi vida. Desde que conocí la noticia de que Su Santidad el Papa Francisco me ha nombrado obispo de esa querida Diócesis de Jaén, no he dejado de darle gracias a Dios, aunque también me ha escuchado algún reproche, por el afecto que le tengo a mis diocesanos placentinos. Pero, aunque siento dejar la Diócesis de Plasencia, en la que he sido tan feliz, me vais a permitir que os diga que conservo muy fresca mi capacidad para ilusionarme y para ponerme enseguida a mirar con profundo cariño hacia los que, a partir de hoy, vais a ser mis diocesanos.
2. De momento os puedo decir que me gustan vuestras ciudades y vuestros pueblos, vuestros monumentos e instituciones, vuestras devociones y tradiciones. Me parece muy bello el paisaje de Jaén y me siento especialmente a gusto entre olivos, porque es el color que mantengo en la retina desde mi infancia; nací y crecí a la vera de la olivarera Sierra de Alor, en el territorio de la casi binacional Olivenza, en la pequeña y entrañable aldea de San Jorge de Alor. A partir de ahora espero tener tiempo para que se grabe profundamente en mi vida la tierra que contemplo como la definitiva en mi recorrido pastoral. Os puedo asegurar que no me es nada difícil querer el lugar al que soy enviado.
3. Pero sé que nada de lo que hasta ahora conozco de Jaén es suficiente; me falta el rostro y el corazón de cada uno de vosotros, de los hombres y mujeres de la tierra a la que iré para ser vuestro obispo. A todos deseo conoceros y a todos quiero serviros. Procuraré que mi servicio pastoral tenga la impronta del trato personal. Será sirviéndoos día a día como espero ser fiel a lo que ahora siento y deseo para mi ministerio episcopal, que no es otra cosa que estar a disposición de todos, dedicándome especialmente a los más heridos en sus vidas. Quiero ser un obispo para todos: pero si alguien me ha de acaparar han de ser los más sencillos, los más débiles y necesitados.
4. Soy consciente de que no estaré solo en mis empeños. Me consta que voy a una Iglesia que tiene un proyecto, que lleva en su camino un ritmo misionero y que lo hace todo en comunión corresponsable. Yo me sumaré a vuestra experiencia: al Obispo se le encomienda caminar con su grey con la responsabilidad apostólica que el Señor le encomienda. Así se lo he dicho al Papa Francisco, al que le he agradecido que haya pensado en mí para serviros a vosotros.
5. Espero hacer mi tarea con la misma entrega, ilusión, fuerza y acierto con que lo ha hecho mi querido hermano Mons. Don Ramón del Hoyo, el que hasta ahora ha sido vuestro Obispo y Pastor. Considero una verdadera gracia del Señor sustituirle en su servicio pastoral; estoy convencido de que me incorporaré a un camino bien allanado por su continuo, fiel y cercano recorrido por la geografía espiritual de esa Iglesia de Jaén. Querido Don Ramón, desde nuestra sólida amistad, le saludo con especial afecto, del mismo modo que saludo también a mi querido amigo y hermano Mons. Antonio Ceballos, obispo emérito de Cádiz y Ceuta. Y no quiero dejar de recordar a mis hermanos los obispos de Andalucía y de un modo especial a los de la Provincia Eclesiástica de Granada: al Señor Arzobispo de Granada y a los señores obispos de Almería, Málaga, Murcia, y Guadix.
6. Aunque por el tono en que me estoy dirigiendo a vosotros os pudiera parecer que no muestro ninguna inquietud o temor ante mi nuevo destino, nada más lejos de la realidad. Os confieso que, a pesar de mi experiencia de más de doce años en el ministerio episcopal, me siento débil y me encuentro con la incertidumbre de quien inicia una nueva andadura en su vida. Confío, sin embargo, en vosotros y en vuestra mucha capacidad para acoger y querer. Si me lo permitís, os pido dos cosas que, si me las concedéis, me ayudarán a ser pronto uno más entre vosotros. La primera es que me acojáis con cariño, al que espero responder enseguida, porque ya os lo tengo. También os pido que recéis mucho por mí, que en vuestras oración personal y comunitaria no dejéis de poner en el corazón de Dios a vuestro nuevo obispo Amadeo. La sintonía de la oración será la que más verdad y hondura le ponga a la unidad que tiene que haber entre el obispo y el pueblo con el que camina como cristiano y pastor.
7. Por mi parte, os ofrezco mi vida y me pongo a disposición de cuantos sois la Iglesia del Señor en Jaén. Haré cuanto pueda por acompañaros a todos. A los sacerdotes os manifiesto mi especial afecto. Desde ahora ya os digo que llevo el propósito de dedicaros lo mejor de mi mismo. Sin la comunión con mi presbiterio, mi ministerio episcopal no tendría la proyección misionera que la Iglesia “en salida” a la que quiero servir le puede dar. Con los diáconos compartiré cercanía y, sobre todo, el testimonio de vuestro servicio. Necesito la gracia y la fuerza de los carismas con que enriquece la vida consagrada a la Iglesia diocesana. Los considero imprescindibles para nuestra comunión eclesial y para nuestra vida pastoral; valoro la riqueza de vuestros servicios en la Iglesia y en la sociedad. Cuento muy especialmente con nuestras comunidades contemplativas, en los veinte monasterios que le ofrecen su plegaria constante al Señor en nuestra diócesis. Necesito la riqueza de los movimientos y otras instituciones para llegar a personas, situaciones y ambientes en una renovada pastoral evangelizadora.
8.Considero imprescindible la madurez cristiana y apostólica de nuestras comunidades parroquiales, en las que se asienta nuestra vida cristiana y nuestra pertenencia a la Iglesia. Es en ellas en las que nacen, crecen y viven en la fe nuestros adultos, jóvenes y niños. En ellas estáis las familias, los enfermos, los pobres, los parados, los que no tienen hogar, los inmigrantes… Las parroquias son la Iglesia de proximidad que acoge y pone misericordia a cuantos sufren en su cuerpo y en su alma. Por eso saludo a los Consejos parroquiales de pastoral, que representan a todos cuantos sirven en cualquiera de las acciones que la Iglesia ofrece en su tarea misionera: a los catequistas, a los animadores de la liturgia, a los grupos de formación y oración, a los voluntarios de cáritas, a los animadores de la acción evangelizadora, visitadores de enfermos, a las Hermandades y Cofradías y a cuantos cuidan la piedad popular etc. A todos, sea cual sea vuestro servicio en las comunidades, os quiero enviar mi afectuoso saludo.
9. Voy a Jaén como obispo de cuantos se sienten miembros de la Iglesia Católica, pero me ofrezco a todos sea cual sea vuestra relación con Jesucristo y con la Iglesia. Siempre encontraréis en mí un interlocutor cercano. No le quiero poner ningún límite a mi servicio y mi entrega. Voy también a vivir con vosotros como un ciudadano que se quiere integrar cuanto antes en la cultura y el ambiente social que fluye entre los andaluces de Jaén. Os prometo que este obispo, que ha procurado ser un buen extremeño, hará todo lo que de él dependa para ser cuanto antes un buen andaluz y un buen jiennense.
10. Saludo con respeto y deferencia a las autoridades regionales y locales, a las instituciones políticas, judiciales, académicas, militares y sindicales, así como a las asociaciones que enriquecen la sociedad jiennense. Dirijo mi saludo a los diversos Medios de Comunicación de Andalucía y, en especial, a los de Jaén.
11. No me olvido de aquellos que, desde el primer día, van a colaborar conmigo en el servicio pastoral de la Diócesis: el Señor Vicario General, el Vicario Judicial, el Cabildo de las Catedrales de Jaén y Baeza, los consejos, vicarías, delegaciones, secretariados, personal de Curia, etc. Y ahora me dirijo con especial cariño al Seminario. Si os he dejado para este momento de mi carta, es porque tras haberme dirigido a todos los diocesanos en sus comunidades e instituciones, desde vosotros, corazón de la diócesis, procuraré proyectar todo mi afecto a la Iglesia diocesana de Jaén. Con vosotros miraré siempre al futuro y espero que la familia del seminario crezca con muchos jóvenes que se ilusionen con servir a la fe de sus hermanos en un mundo que necesita jóvenes apasionados con Cristo y dispuestos a acompañar con pasión a la gente en sus heridas y en sus esperanzas.
12. Me pongo bajo la protección de la Santísima Virgen de la Cabeza, de San Eufrasio y de todos los santos y santas que nacieron o vivieron en la Iglesia que camina en Jaén. Espero conoceros pronto a todos, para compartir ilusiones, esperanzas, proyectos y, si llegan, también penas y problemas. Esperadme también vosotros y acompañadme con la oración. Quiero llegar a Jaén como peregrino y entrar por la Puerta Santa de la Misericordia, besar el Santo Rostro y pedirle humildemente que se grabe profundamente en mí, para que yo os vea siempre a todos en el rostro de Cristo con un corazón misericordioso como el del Padre. Un saludo y un abrazo para todos.
+Amadeo Rodríguez Magro